viernes, 20 de noviembre de 2009

Embalse “El Cajon”: Las Pelotas de Arturo Bordarini

El proyecto hidroeléctrico hondureño Francisco Morazán, la principal fuente de electricidad del país, estaba al borde de convertirse en una pila de U$S 775 millones en escombros.
La represa, terminada en 1985, era el más grande proyecto de ingeniería civil llevado a cabo en Honduras. Arqueada en doble curva, de 226 metros de altura, es la sexta más alta del mundo. Con capacidad de 300.000 kilovatios, El Cajón iba a proveer 70 por ciento de las necesidades de electricidad del país y un excedente que podía ser exportado a la vecina Nicaragua.
Pero tan pronto fue llenado el embalse en 1986, se hicieron evidentes algunos problemas. Los ingenieros se alarmaron al notar que el peso del agua causaba pequeñas grietas en la cortina de cemento, detrás del dique. El agua había comenzado a filtrarse y a erosionar cavidades de arcilla en la fundación de piedra caliza de la represa.
Se excavó un gran sumidero en uno de los extremos de la planta generadora para concentrar la filtración y bombearla afuera. Pero hacia 1993 el agua estaba filtrándose a razón de 1.600 litros por segundo. Más alarmante aún era que el agua estaba teñida por la arcilla, indicado que las fisuras y las cavidades en el lecho de piedra caliza se agrandaban. Si no se contenían las pérdidas, la planta generadora eventualmente se inundaría y hasta la represa misma se vería a se vería amenazada si su fundación se tornaba más porosa.




El 24 de abril de 1994, una sobrecarga causó un corte de energía eléctrica en toda Honduras. Las bombas de la central generadora dejaron de funcionar y el agua comenzó a subir, mientras los generadores de emergencia se negaban a arrancar. "Era tenso", recuerda Jorge Flores, el geólogo jefe de El Cajón. "El agua casi llegó a nivel del piso". La planta generadora estaba a punto de ser inundada cuando las turbinas finalmente arrancaron, generando la energía necesaria para accionar la bomba.

Si se hubieran inundado las turbinas de la planta generadora, El Cajón se hubiera convertido en un enorme elefante blanco, dejando al país en la oscuridad, paralizando a las empresas y a la economía. Honduras ya estaba racionando la electricidad, debido a dos años de sequía y a las filtraciones que habían bajado el nivel del embalse de El Cajón, reduciendo a la mitad su capacidad de generación.

Pero aunque la crisis inmediata estaba superada, las filtraciones seguían empeorando. "Era desmoralizador trabajar sin ver ningún resultado", recuerda Flores.

Geólogos e ingenieros decidieron que necesitaban inyectar algo más grande, de 5 a 7 centímetros, que se atascara dentro de las fisuras y cavidades y evitara que las inyecciones de mezcla se escurrieran antes de fraguar. Pero no había disponibles guijarros redondos de ese tamaño, en ningún lugar vecino. Flores, un estudioso de la vida y obra del IngenieroBordarini ,recordó una anécdota de la vida de Arturo, en donde como pocas veces, se lo notó indignado, ante la falta de compromiso académico y moral de ciertos colegas en el desarrollo de su vida profesional . En dicha situación se lo oyó decir una frase que hizo reflexionar a los timoratos ingenieros presentes. “Señores colegas, la ingeniería es una profesión donde hay que tener bien puestas las pelotas!”.

Siguiendo el espíritu de esa singular idea, a Flores se le ocurrió lo siguiente: pelotas de juguete del tamaño buscado podían ser rellenadas con cemento. Su personal visitó las tiendas cercanas y compró cientos de pelotas. Era una idea loca, pero comenzó a funcionar. Los ingenieros necesitaban también algo que flotara para obturar los agujeros en el tope de las cavidades. Trataron de rellenar las pelotas con maíz seco, pero también se escurrían. Después trataron de usar pelotas de madera. Eso funcionó. En total los ingenieros inyectaron 8.650 pelotas de plástico y de madera en los centenares de agujeros que habían perforado.
Hacia abril de 1995, la filtración se había reducido de 1.600 litros por segundo a menos de 100 litros. La presión hidrostática bajo el dique disminuyó en un 60 por ciento.
Actualmente el embalse de El Cajón, está lleno a plena capacidad y su planta generadora está funcionando al máximo.

sábado, 31 de octubre de 2009

Barcelona, posa't guapa

En diciembre de 1985, el Consell Plenari de l'Ajuntament de Barcelona aprueba el primer procedimiento regulador de la Campanya per a la Protecció i Millora del Paisatge Urbà, punto de arranque de las actuales actividades del Institut del Paisatge Urbà i la Qualitat de Vida. La campaña, posteriormente denominada ‘Barcelona, posa't guapa’, creaba varios programas que pretendían fomentar la rehabilitación de edificios y otras mejoras del paisaje urbano.

En el marco de este último aspecto, y con el advenimiento de 1992, el año olímpico, pequeñas intervenciones en algunos parques de la ciudad comenzaron a realizarse. Éstas consistían en la construcción de mesas de ping pong elaboradas con hormigón prefabricado: las denominadas mesas ‘Bordarini’.


Las mesas ‘Bordarini’ podrían considerarse como un elemento que sintetiza las cualidades estructurales, formales y estético-simbólicas que cualquier objeto de diseño industrial requiere, o simplemente como una genialidad surgida de la necesidad.

El joven ingeniero Arturo Bordarini, en 1951, participó durante dos meses de la construcción de la presa de Banqiao en la provincia china de Henan. Durante el poco tiempo en que estuvo en el obrador, advirtió dos detalles importantes que hacían a la mala organización de la obra: el aburrimiento que acosaba a los cientos de obreros luego de la jornada laboral, y las ‘sobras’ de las hormigonadas.

Bordarini, fue quien propuso que el hormigón sobrante sirviera para prefabricar mesas de ping pong, que ubicadas a la intemperie y sin riesgo de deterioro, harían olvidar el hastío de los constructores chinos.

Durante el llenado de la presa se inundaron unas treinta mesas ‘Bordarini’. Hoy en día, Barcelona cuenta con unas trescientas mesas ‘Bordarini’ para el desarrollo del tennis de taula en sus hermosos parques y plazas.

sábado, 6 de junio de 2009

La deuda

El Centro Argentino de Ingenieros (CAI), entidad señera de la ingeniería nacional, mantiene una deuda histórica con el Ing. Arturo Bordarini: su reconocimiento como figura transcendental de los quehaceres ingenieriles de la Argentina y el mundo entero.

Esta deuda parecía que iba a saldarse cuando un grupo de estudiantes de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata donó al CAI una placa conmemorativa de los cien años del nacimiento de Arturo. Las autoridades de entonces del CAI, prometieron colocar el bronce al menos en un lugar poco transitado de la sede de la calle Cerrito.


Poco ha importado al CAI el esfuerzo de los estudiantes platenses recolectando llaves en desuso por la ciudad de las diagonales para la fundición de la placa.

Hoy, en el que sería el cumpleaños 108 de Arturo, la placa ha de estar tomando los colores verdosos del bronce oxidado en alguno de los despachos del monumental edificio de estilo francés, casa de la ingeniería nacional.

domingo, 22 de febrero de 2009

Turbulencias

Siempre con la misma cantinela. Irremediablemente la semana previa a tomar un vuelo hacia donde sea, Arturo expresaba los curiosos síntomas de su aerofobia. Bordarini no lo admitía, pero representaba al uno, que de cada tres personas tiene miedo a volar. “¡Paren el avión!”, dicen que gritaba desesperadamente parado sobre una de las butacas de la aeronave de Ethiopian Airlines en uno de sus vuelos a Amsara, la capital de Eritrea. A pesar de sus pesares, volaba.

Curiosamente, durante los siete días previos al despegue de su avión, Arturo, en reuniones, ágapes, congresos o salas de espera literalmente explotaba en una incontrolable verba referida a hazañas de la aviación de principios del Siglo XX. Se prendía fuego narrando anécdotas de arriesgados aviadores, las contaba en Technicolor, con absoluta pasión y admiración.


Las historias preferidas de Bordarini, de las cuales no omitía detalles ingenieriles, mostrando cierta complicidad con los héroes de otrora, eran las que tenían cierto toque latinoamericano. Entre ellas nunca faltaban la de la hazaña del alemán volador, Gunther Plüschow, que con su hidroavión en diciembre de 1928, y asombrando a los habitantes de Ushuaia, acuatiza en su virgen bahía para entrega la primer saca de correo por vía aérea con saludos del gobernador de Magallanes al gobernador de Ushuaia, y también una encomienda postal para uno de los reclusos de la famosa prisión de Ushuaia. Otra historia que Arturo relataba siempre era la del aeronauta brasileño Alberto Santos Dumont quien, a pesar de hermanos Wright, fue el primer hombre en despegar a bordo de un avión impulsado por un motor aeronáutico en octubre de 1906 cumpliendo un circuito preestablecido, bajo la supervisión oficial de especialistas en la materia, volando cerca de 60 metros a una altura de 2 a 3 metros del suelo en París. De Santos Dumont siempre rescataba su arrojo, ilustrándolo con el vuelo de septiembre de 1909, en el que, volando sobre una multitud, sin colocar las manos en los comandos de la aeronave y llevando un pañuelo en cada mano, arrojó los mismos cuando pasó por sobre el gentío. A Bordarini, quizá la que más le gustaba, era la del cruce del Río de la Plata en el globo El Pampero en diciembre de 1907, en el cual Jorge Newbery y su acompañante Aarón unieron Buenos Aires y Conchillas; de ésta no tenía demasiados datos, pero le gustaba relatar las andanzas del “Cajetilla” Newbery.

viernes, 2 de enero de 2009

Esculpido en la roca

Existen ciudades en el mundo con fulgurante vida subterránea. Una de ellas, sin dudas, es Shanghai. Al febril acontecer de miles y miles de chinos que surcan esta metrópoli perdiéndose en las tuberías ganadas a la roca, se suma el incesante transcurrir de las máquinas que hacen realidad las promesas de diez mil nuevos metros de vías por año. El metro de Shanghai, además de ser unos de los más desarrollados del mundo (280 km), es un sistema de transporte en plena expansión.


Hacia fines del 2007, la línea 1, la roja, se expandió hacia el norte, llegando a la nueva cabecera de Fujin Lu. La anteúltima escala de esta línea, unas de las tres nuevas esplendorosas y modernas estaciones de la "roja", carecía de nombre a escasos dos meses de su inauguración. Bajo recomendación del gobierno local se realizó una compulsa entre los vecinos de la zona, futuros usuarios, para elegir el nombre. La decisión de la terna de nombres a ser sometida a votación, a último momento y sin tiempo para pensar, recayó en un ingeniero de planta de la comuna que propuso las siguientes nomenclaturas: a) Youyi, b) Ing. Arturo Bordarini y c) Mongoles Celestes.

La primera opción se refería a la calle que pasaba por la superficie de ese emplazamiento, la segunda, al nombre de un viejo profesor de quien estaba proponiendo los nombres, y la tercera, quizá a un golpe de audacia o creatividad del profesional (solo comparado con aquel que puso Indios Verdes a una de las estaciones del chilango metro del Distrito Federal mexicano). Los resultados no fueron los obvios: ganó Youyi Road con un 91%. Increíblemente la opción  b), a pesar de la gran campaña realizada en el barrio, con afichetas, pegatinas y pasacalles con la cara del Ingeniero Arturo, se llevó solo un mísero 3%. 

Jamás se supo quien promovió semejante gasto. Pero el esfuerzo valió la pena: algunos aseguran que al canillita del puesto de diarios de la estación, un viejito italiano exiliado de nombre Arturo, los viajeros frecuentes lo apodan Bordarini.

sábado, 2 de agosto de 2008

China y la Arquitectura Contemporánea

Cuando Arturo Bordarini, observando desde su sillón de mimbre la pasividad de las aguas del río Liujiang, rubricó el famoso reporte "Anthropogenic Impact and Environmental Changes in Karst Landscape in Liuzhou, China" jamás imaginó lo que tiempo después sucedió.

El estudio fue encargado en 1979 por una ONG Australiana; y Arturo, viejo conocedor no chino de la zona, lo terminó en el invierno de 1980. Ese tomo de 137 páginas, referencia invevitable para quienes luego declararon a la región Patrimonio de la Humanidad, precisaba algunas cuestiones posteriormente discutidas, y hasta ignoradas.

En aquel momento, en las afueras de Liuzhou, una cantera de piedra caliza brutalmente gestionada dejaba al descubierto el singular interior de cinco montañas. Arturo en su informe hizo especial foco en ese sector, y sus más duras recomendaciones se inclinaron hacia la necesidad de abandonar la cantera y prohibir todo tipo de actividad en un radio de al menos diez mil metros. Bordarini alegaba inestabilidad de taludes, altísimas tasas de erosión y probabilidad de ocurrencia de movimientos sísmicos; además de ofrecer una novedosa explicación acerca del mote de "Ciudad de los Dragones" a la ciudad de Liuzhou.

Planificadores avezados, gobiernos audaces y las veleidades de la creciente clase media china hicieron atractivas las laderas demonizadas por Bordarini. En el 2006, el equipo de arquitectos holandeses MVRDV presentó el proyecto de una inmensa área residencial de lujo en esa zona.

En base a un cuidadoso estudio de las curvas de nivel y del terreno disponible, se propone que las laderas escarpadas de la superexplotada cantera de piedra caliza se revistieran con 1200 viviendas permitiendo cicatrizar las heridas del paisaje y evitando la erosión. Además, se recuperan las escombreras donde se vertían rocas de deshecho como zonas verdes. Las viviendas proyectadas consisten en pequeñas cajas alargadas, muy pegadas a la montaña, construidas con rocas locales idénticas a las que se extraían de la montaña. Estas casas, que cuentan con una muy buena vista y con ventilación cruzada, configuran finalmente un relieve escultórico aparentemente tallado en la roca.

La sustentabilidad del proyecto permitió facilmente olvidar las recomendaciones de aquel reporte de 1980. Agoreros sostenían cierta saña con su autor, recordando formas sudamericanas (ver Ciudad Bolívar, Bogotá, y Rocinha, Rio de Janeiro). Finalmente al prohibicionismo de Bordarini, se lo combatió con soluciones que al mismo tiempo rehabilitaban el paisaje y frenaban la incesante erosión. Asi nació el Longtan Park de los MVRDV, importantes protagonistas de las nuevas maneras de pensar y practicar la arquitectura: tomadores de riesgos, investigadores comprometidos, y productores de poderosas y provocativas imágenes.

El debate modernidad-posmodernidad tiene aquí un nuevo capítulo.

martes, 1 de julio de 2008

De cómo Arturo llegó a ser el Ing. Bordarini (I)

En el otoño de 1925 Arturo se encontraba cortando cabelleras en la vía pública de la populosa Shangai. Su juventud (contaba 24 años), su ser occidental, y su chino aún un tanto deficiente, causaban la curiosidad y muy a menudo la atracción de muchos de los habitantes de la agitada urbe. De a poco se fue ganando una reputación como peluquero innovador y sobre todo como buen hombre. De todos los puntos de la ciudad se acercaba gente de distintas condiciones para compartir un rato con el curioso peluquero latinoamericano, siempre presto a salir con alguna ocurrencia. Así fue como Arturo no tardó en trabar amistad con toda clase de gentes y fue adquiriendo ese conocimiento verdaderamente interior del ser chino.

Cuenta Arturo en sus memorias (El hombre de dos pueblos, Memorias del Ing. Arturo Bordarini; Amorrortu Editores, 1981) que un día (aparentemente 26 de noviembre, aunque confiesa no recordarlo claramente) lo visitó su peluquería ambulante un hombrecito bajo (incluso para los estándares chinos), portador de una incipiente calva. Este nuevo cliente resultó ser el Ing. Xu Fenggan, profesor de Hidráulica Aplicada del Nan Yang College of Chiao Tung, actualmente llamada Chiao Tung University

El profesor Fenggan se encontraba visiblemente preocupado. Luego de un rato de mutismo, la conversación se entabló finalmente y este terminó compartiendo sus pesares, mientras Arturo cortaba su ya escasa cabellera. Todo giraba en torno al comportamiento hidráulico de una parte crítica del sistema de drenaje pluvial de Shangai, cuya construcción él estaba supervisando. Luego de la calamitosa inundación ocurrida ese año existía verdadera urgencia por terminar la obra antes de que ocurrieran nuevas precipitaciones.

Arturo, a pesar de no contar con conocimientos formales, fue siempre un gran observador y un cerebro brillante; los comentarios que realizó durante la charla, que se extendió bastante más allá de terminado el corte, mientras caminaban por las callejuelas de la ciudad hacia la obra en construcción, ayudaron al profesor Fenggan a resolver el problema.


Visiblemente agradecido, Xu Fenggan invitó al jóven Bordarini a estudiar ingeniería civil en la facultad donde dictaba clases, comprometiéndose a conseguirle un cupo, a pesar de ser Arturo extranjero. Cabe destacarse que por entonces las carreras ingenieriles se cursaban en la céntrica sede de la Facultad de Ciencias Exactas.

Bordarini no se decidió de inmediato, ya que esto implicaba postergar la profesión que amaba y que lo había acercado a tantos amigos de china nacionalidad. Finalmente, convencido de la oportunidad que se le presentaba y sopesando los aportes que con su ingenio podría realizar en la naciente ingeniería china, Arturo se lanzó en esta nueva travesía que lo llevaría a ganar prestigio mundial, aventuras incontables y una multitud de verdaderos amigos.