martes, 21 de agosto de 2007

El deporte blanco

La casualidad hizo que en el frío invierno de 1922 se conocieran Arturo Bordarini y Américo Cattaruzza. Arturo encontró en la calle una cartera con documentos que pertenecían a un tal Cattaruzza que vivía en la calle Juncal. Arturo, correcto como siempre, los fue a devolver. Américo, el dueño de los documentos, fue víctima del asombro al reencontrase con sus papeles. Igual sensación invadió a Arturo al conocer el caserón de los Cattaruzza en el porteño barrio de Recoleta. La gratitud de Cattaruzza fue tal, que invitó a cenar a Arturo, y al final de la noche le entregó un importante obsequio. Américo Cattaruzza era la estrella del momento en el deporte blanco vernáculo. Américo le regaló a Arturo una de sus raquetas.

Américo Cattaruzza

A partir de ese momento, Arturo se hizo amante del tenis (a pesar de no pertenecer una familia de alta alcurnia). Todos los fines de semana tomaba el tren hacia Temperley y esperaba que alguno de los tenistas del Temperley Lawn Tennis Club se encontrara en una situación impar y lo invitara a jugar.

Temperley Lawn Tennis Club