martes, 1 de julio de 2008

De cómo Arturo llegó a ser el Ing. Bordarini (I)

En el otoño de 1925 Arturo se encontraba cortando cabelleras en la vía pública de la populosa Shangai. Su juventud (contaba 24 años), su ser occidental, y su chino aún un tanto deficiente, causaban la curiosidad y muy a menudo la atracción de muchos de los habitantes de la agitada urbe. De a poco se fue ganando una reputación como peluquero innovador y sobre todo como buen hombre. De todos los puntos de la ciudad se acercaba gente de distintas condiciones para compartir un rato con el curioso peluquero latinoamericano, siempre presto a salir con alguna ocurrencia. Así fue como Arturo no tardó en trabar amistad con toda clase de gentes y fue adquiriendo ese conocimiento verdaderamente interior del ser chino.

Cuenta Arturo en sus memorias (El hombre de dos pueblos, Memorias del Ing. Arturo Bordarini; Amorrortu Editores, 1981) que un día (aparentemente 26 de noviembre, aunque confiesa no recordarlo claramente) lo visitó su peluquería ambulante un hombrecito bajo (incluso para los estándares chinos), portador de una incipiente calva. Este nuevo cliente resultó ser el Ing. Xu Fenggan, profesor de Hidráulica Aplicada del Nan Yang College of Chiao Tung, actualmente llamada Chiao Tung University

El profesor Fenggan se encontraba visiblemente preocupado. Luego de un rato de mutismo, la conversación se entabló finalmente y este terminó compartiendo sus pesares, mientras Arturo cortaba su ya escasa cabellera. Todo giraba en torno al comportamiento hidráulico de una parte crítica del sistema de drenaje pluvial de Shangai, cuya construcción él estaba supervisando. Luego de la calamitosa inundación ocurrida ese año existía verdadera urgencia por terminar la obra antes de que ocurrieran nuevas precipitaciones.

Arturo, a pesar de no contar con conocimientos formales, fue siempre un gran observador y un cerebro brillante; los comentarios que realizó durante la charla, que se extendió bastante más allá de terminado el corte, mientras caminaban por las callejuelas de la ciudad hacia la obra en construcción, ayudaron al profesor Fenggan a resolver el problema.


Visiblemente agradecido, Xu Fenggan invitó al jóven Bordarini a estudiar ingeniería civil en la facultad donde dictaba clases, comprometiéndose a conseguirle un cupo, a pesar de ser Arturo extranjero. Cabe destacarse que por entonces las carreras ingenieriles se cursaban en la céntrica sede de la Facultad de Ciencias Exactas.

Bordarini no se decidió de inmediato, ya que esto implicaba postergar la profesión que amaba y que lo había acercado a tantos amigos de china nacionalidad. Finalmente, convencido de la oportunidad que se le presentaba y sopesando los aportes que con su ingenio podría realizar en la naciente ingeniería china, Arturo se lanzó en esta nueva travesía que lo llevaría a ganar prestigio mundial, aventuras incontables y una multitud de verdaderos amigos.

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