A principios de la década de 1920, derrocada ya la última dinastía feudal, China se encontraba inmersa en el proceso de su emancipación ideológica. Eran los tiempos en que Shanghai se convirtió en la ciudad más próspera y abierta del país. Sus mujeres, primeras seguidoras de la moda occidental, no tardaron en sobresalir por su moderna belleza. Las estudiantes empezaron a abandonar sus anodinos peinados para probar diversos estilos, incluidos el pelo largo, corto o alisado, los rizos y las permanentes. Estas modificaciones introducidas en el aspecto del pelo realzaban la belleza y elegancia de las mujeres orientales.

En 1921 llegó al puerto de Buenos Aires el Namele, un reconocido barco de enseña española. Arturo, que siempre pasaba sus ratos libres en esa zona, conoció a Manuel, un rudo marinero catalán con quien pudo entablar una hermosa amistad. Manuel tenía una devoción: las mujeres orientales. Antes de partir el buque, Arturo recibió de Manuel, como señal de gratitud, una valija llena de revistas. En una de ellas hablaban de los "raros peinados nuevos" de la mujer china y del furor que estaba causando Li Huang con sus peluquerías a cielo abierto en Shanghai.


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