
Corría el año 1913, y Benito recién regresaba de pasar 6 meses en la provincia de Córdoba, donde fue a buscar en los purificadores aires de ese lugar la cura al principio de tuberculosis que se le había diagnosticado. Ya instalado nuevamente en La Boca, el barrio de toda su infancia, Benito volvía del puerto, donde había estado cargando carbón junto con su padre, y se detiene a observar a un niño que dibujaba febrilmente. Siente tanta curiosidad, que se acerca, y nota que los trazos del purrete intentaban reflejar una serie de barcos y peones trabajando. “¿Qué estas pintando pibe?”, pregunto Benito. “Lo que me rodea señor”, contestó distraidamente el niño. Sin embargo, estas simples palabras calaron hondo en el ser del conocido artista, quién asoció de inmediato estas palabras con el postulado de Auguste Rodin, que dice que el artista debe reflejar únicamente su vida y su ambiente.
Con miles de imágenes en su cerebro, Benito siguió caminando, pero a los pocos pasos se detuvo, dio media vuelta y preguntó “¿Cómo te llamas?”, y el niño respondió: “Arturo..… Arturo Bordarini, para servirle señor” .
Museo de Bellas Artes de la Boca de Artistas Argentinos "Benito Quinquela Martín"